Página:El Gíbaro.djvu/141

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dueño de la casa y nos invitó á subir para tomar algun refresco, lo cual hicimos de muy buen grado. La mesa estaba colocada á un lado de la gran sala para dejar sitio bastante para la danza, y servida con toda profusion: en ella no faltaban el manjar blanco, almojábanas, buñuelos de muchas clases, ojaldres, cazuelas, una variedad infinita de dulces secos y en almíbar, y varias clases de licores: parecia que solo para nosotros se habian hecho todos los preparativos, y que aquel aparato no habia de desplegarse cuatro ó seis veces por lo menos durante la noche.

Despues de tomar, con toda franqueza, cada uno lo que quiso, nos pusimos á danzar junto con los jóvenes de la casa; y no lo hubimos hecho media hora, cuando fué preciso que nos despidiéramos para que subiera á ocupar nuestro lugar otra trulla, que esperaba ya nuestra salida. Así pasamos toda la noche de una á otra parte, y en todas, á poca diferencia, se repitió la misma escena; cogiéndonos el dia sin que la venida del sol nos alegrase, porque terminaba una noche de placer.

Aquellos rostros pálidos, aquellos ojos á medio cerrar y velados por anchas ojeras negras, aquellas pequeñas y entreabiertas bocas que daban paso á una respiracion semejante á la del sueño, y aquella languidez de todo el cuerpo, añadian nuevos encantos á nuestras hermosas compañeras; yo sentia un peso suave sobre mi espalda, y me parecia mas cercana y mas ardiente la Rosa, cuyo aroma iba pronto á dejar de respirar.