Página:El Gíbaro.djvu/152

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ca tenemos al hijo de nuestro vecino D. Antonio: que diga este que está presente, sino se le caia la baba el dia que le vió llegar de la Península, despues de diez años de ausencia, hecho todo un hombre, y con toda su ciencia y sus barbas tan cariñoso y tan complaciente con su padre; que diga lo que esperimentó el dia que fuimos juntos á la Audiencia á oir como se esplicaba el nuevo abogado: me parece que lo estoy viendo amarillo como la cera y saliéndosele el corazon por la boca, hasta que el fuego del orador y la admiracion del público y de los mismos jueces le convencieron de que su hijo estaba haciendo una brillante defensa. Que diga, que diga por cuanto no hubiera cambiado los momentos en que desde su rincon oia las felicitaciones dirigidas á su hijo, y sobre todo aquel en que pudo estrecharle contra su pecho vertiendo lágrimas de puro gozo. ¡Ah! por un momento como aquel sacrificaria yo la mitad de mi vida; inútil es querer disuadirme de mi propósito, cuanto se me diga no hará mas que afirmarme mas y mas en él: no comprendo como mi compadre no se hace cargo de estas reflecsiones, y encuentra salidas que apreciarán Vds. en lo poquísimo que valen.

—Cualquiera que oiga á mi compadre, dijo el labrador, creerá que solo por espíritu de oposicion, ó por falta de cariño á mis hijos, me opongo á su modo de pensar; pero no es así, como verán Vds. por lo que voy á decirles.

Mi padre, que en esto era de mi mismo parecer, contestaba cuando yo le pedia que me enviase