Página:El Gíbaro.djvu/155

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se ha desvanecido toda aquella tramolla de mi compadre, que no parece estar satisfecho, pues que le veo sonreir. Vamos, Señor cura, ¿cuál de los dos tiene razon? Aguardo con impaciencia el que V. hable para ver como convence á ese hombre, que tiene la cabeza mas dura que un granadilla.

—Señores, dijo el Sacerdote, á mi entender los dos estan animados del mejor deseo, en los dos se conoce el cuidado de un buen padre por el porvenir de sus hijos, y no puedo menos que felicitar á entrambos por ese anhelo santo y noble que manifiestan; sin embargo, espero aprovecharán algunas observaciones que les haré en obsequio de esos mismos hijos que tanto aman, y en cumplimiento de un deber que me impone mi carácter de guia y pastor de mis feligreses: observaciones que son el fruto de la esperiencia de no pocos años empleados en predicar el Evangelio en diversas regiones de la tierra y de algunos estudios hechos con el fin de ser útil á mi rebaño.

Ante todo he notado que al hablar de la felicidad, decia el uno que consistia en el mayor grado de instruccion, y el otro en no tener mas de la que recibieron nuestros padres; esto no es ecsacto en ninguna manera, pues todos los dias vemos en las dos clases hombres muy desgraciados, al lado de otros que se creen muy dichosos. La tranquilidad de la conciencia es la única dicha de esta vida, el hombre que puede acostarse por la noche diciendo: «en todo el dia no he hecho nada de que deba avergonzarme ante los ojos de Dios, que estan ahora