Página:El Gíbaro.djvu/162

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cer á V. que por hoy harto he logrado, y cuando no, no será culpa de mi voluntad, sino de mi poco saber.

Despidiéronse, y cada uno se retiró á su casa, pensando en lo que habia dicho el prudente sacerdote.

II.

Pasaron veinte años con la rapidez que pasan en nuestra vida; la tienda del mercader no era ya un espacio reducido, con aparador mezquino, y mostrador comparable con él, como cuando la conferencia de los dos compadres y el Sr. Cura; sino un lujoso y completo depósito de toda clase de géneros, junto al cual habia grandes almacenes de granos y azúcar: cinco dependientes no bastaban para desempeñar el trabajo diario, y muchas veces no salian del escritorio hasta entrada la noche; un jóven de veinte y seis años, vestido con camisa de fina tela, pantalon blanco y chaqueta del mismo color, estaba repasando á la luz de un velon puesto sobre su pupitre la factura de un cargamento, que habia llegado aquel dia en un buque de la casa, y un anciano lo miraba sonriéndose de cuando en cuando, con una espresion de cariño y complacencia imposibles de pintar; paseábase procurando hacer el menor ruido posible á fin de no distraer al jóven, y deteníase á veces cerca de él como aguardando á que concluyera para decirle alguna cosa. Por último llegó