Página:El Gíbaro.djvu/164

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
156

que cogí mi sombrero y me fuí paseando hasta allá.

—Muy bien, se fué V. paseando al medio dia y con un sol que derretia las piedras hasta la playa que hay mas de un cuarto de legua.

—Eso no me hace nada.

—Pues á mí mucho, porque es faltar á nuestros tratados, y ya sabe V. lo inflecsible que soy en este punto. ¿No tiene V. bastante trabajo en cuidar de su jardin?

—Sí un trabajo ímprobo; se me antojó decir un dia que me gustaban mucho las flores, y ¿qué hiciste? encargas á los corresponsales, que tienes en las cuatro partes del mundo, un millon de plantas diversas; viene luego tu hermano, que es tan perillan como tú, y en un abrir y cerrar de ojos convierte el corral en un paraíso, donde paso dos ó tres horas cada mañana tronchando flores, porque no hay ni una yerba que arrancar, tal es el cuidado del jardinero.

En este momento llegó el Sr. Cura, apoyado en un grueso baston, adminículo que le era ya preciso, pues llevaba veinte años sobre los cincuenta que tenia cuando tan buenos consejos habia dado á los dos compadres: el mercader los siguió conforme ofreciera en aquella época, y no tuvo motivo de arrepentirse, pues los dos niños de entonces eran el comerciante rico que conoce el lector, y el hacendado que habia dirigido la obra del jardin. Apenas pasaron entre los tres los cumplimientos de estilo, llegó el labrador á quien no pudieron con-