lla de su caballo. En cada pueblo hay fiestas señaladas para correr los dias mas solemnes. En la Capital son los de S. Juan, S. Pedro y S. Mateo. La víspera de S. Juan al amanecer entra gran multitud de corredores, que vienen de los pueblos de la Isla á lucir sus caballos cuando dan las doce del dia; salen de las casas hombres y mugeres de todas edades y clases, montados en sus caballos enjaezados con la mayor ostentacion á que puede arribar cada uno. Son muchos los que llevan sillas, mantillas y tapafundas de terciopelo bordado ó galoneado de oro, mosquiteros de lo mismo, frenos, estribos y espuelas de plata; algunos añaden pretales cubiertos de cascabeles del mismo metal. Los que no tienen caudal para tanto, cubren sus caballos de variedad de cintas, haciéndoles crines, colas y jaeces de este género, adornándoles con todo el primor y gusto que pueden, sin detenerse en empeñar ó vender lo mejor de su casa para lucir en la corrida.
«Esta no tiene órden ni disposicion alguna: luego que dan las doce de la víspera de S. Juan, salen por aquellas calles con sus caballos, que son muy veloces y de una marcha muy cómoda. Corren en pelotones, que por lo comun son de los parientes ó amigos de una familia; dan vueltas por toda la ciudad sin parar ni descansar en toda la noche, hasta que los caballos se rinden. Entonces toman otros, y continuan su corrida con tanta vehemencia, que parece un pueblo desatado y frenético etc.....»