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corto al encomiarla. No sé que haya en toda la Isla una sola escuela de equitacion, porque el montar a caballo es para aquellos isleños lo mismo que el vestir; sobre todo en los campos, donde apenas puede hacerse una diligencia ó visita, y en algunas épocas ni salir de casa a pié, por el agua de las lluvias y por otras causas que juiciosa y oportunamente cita el mismo autor.

Tales son las carreras de S. Juan y S. Pedro, diversion que he calificado antes de honesta y grata, porque en ningun país, inclusos aquellos que se tienen por mas civilizados, hay una fiesta popular que menos ofenda á la moral; y si algun hecho aislado hay á veces en contra de ella, no es culpa de la costumbre, sino abandono de parte de los que estando al frente de una familia, debieran impedirlo, cuidando de ella como es su deber. En cuanto á las espresiones que se oyen alguna vez, ¿qué sucede en las plazas de toros, en el entierro del Carnaval, y en todas las fiestas á que concurren y en que se mezclan todas las clases de la sociedad?

La aficion del pueblo á este espectáculo no necesita mas prueba que lo dicho; fáltame esponer la conveniencia de mantenerlo y alentarlo, y el bien que de ello sacaria el país.

Aparte de la distraccion, hay una ventaja positiva, una mejora de grande utilidad, cual es el fomento de la cria caballar. En un país donde por el estado de los caminos son tan necesarios estos animales; en un país de donde se saca el ganado para