Página:El Gíbaro.djvu/184

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
176

para guarecerse el viajero de los ardores del sol, y mienten de noche fantásticas apariciones que asustan á mas de un supersticioso.

Dos caminantes atravesaban este valle en una noche de enero á las dos de la madrugada: el uno, jóven de veinte años, de cabello y ojos muy negros y relucientes, tez morena y con aquel tinte amarillento tan general en los criollos descendientes de europeos sin mezcla de otra raza, montaba un hermoso caballo negro, cuyas orejas pequeñas y móviles seguian de continuo la direccion del menor ruido causado por el aire, ó de cualquier objeto en el cual se reflejaba la luz dudosa de la luna menguante que acababa de salir. El otro, mulato bronceado, de formas atléticas, y vestido con sombrero de paja y camisa y pantalon de tela blanca, iba sobre un alazan, que sino igualaba en la casta al caballo de su jóven amo, llevaba no poca carga sin dar la menor señal de flaqueza.

—Jacinto, dijo el primero de estos dos personajes, parece que vas cabeceando procura tenerte firme, que caerás si te descuidas.

—Es verdad, niño, pero tambien lo es que tengo motivo para ir dando el piojo: hace cuatro noches que apenas duermo.

—Tampoco he dormido yo, y sin embargo me mantengo firme.

—¡Ah! cuando yo tenia la edad de su merced no me dormia aunque pasara quince malas noches; pero aquel era otro tiempo, ahora tengo veinte años mas, y no puedo llevar mucho huevos de punta.