Página:El Gíbaro.djvu/185

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
177

—Tienes razon, aquel era otro tiempo, contesto el jóven en tono de mofa: ¡qué buena pieza serias entonces! ¿cuántas muchachas tenias enredadas?

—Ninguna, niño, en mi vida he querido á nadie, mas que á Juana mi mujer, la criandera de su merced, y me alegro mucho de ello; porque ella me ha querido y me quiere lo que nadie puede pensar.

—Sí, buena pieza, ya lo sé, y tampoco ignoro que, en el año que yo nací, tuvo mi padre que casaros por lo mucho que os habiais querido antes de estar autorizados para ello.

—Vamos, niño, su merced siempre ha de ser el mismo: ¿quién hubiera dicho cuando lo paseábamos de noche en brazos porque no cesaba de llorar, que habia de ser después tan amigo de reirse á costa del prójimo.

—¿Con que entonces no te echaba pullas?...

La cruz de Nazareno te caiga debajo, y te levante un millon de leguas mas arriba de las estrellas, gritó el mulato, interrumpiendo á su amo.

En este instante comenzaban á bajar una pendiente, habiendo dejado algunos pasos atrás, y á la izquierda del camino, una cruz de madera, que hacia años estaba en aquel sitio clavada en tierra. El mulato se habia quitado su sombrero, y rezaba temblando de miedo.

¿Empiezas ya con tus majaderías? dijo el jóven fingiendo estar enfadado ¿A qué vienen esos gritos?

—Niño, no son majaderías; he oido cantar al pájaro malo.