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fectamente el castellano, y que estando en Madrid, por ejemplo, le diesen á leer una de esas composiciones chistosísimas escritas en lenguaje andaluz por Rubí ú otro de nuestros buenas poetas; seguro estoy de que le gustaria muy poco el cambio, supresion y y adicion de letras, la novedad de palabras, y otras cosas que en ella encontraria; pues bien, el mismo estranjero, si le llevasen por la noche al teatro y viese representada por buenos actores la misma pieza, se destornillaria de risa y aplaudiria como un loco; á mí me ha sucedido otro tanto, era preciso que oyera una contradanza tocada por uno de las Antillas para poder apreciar ese género de composicion.

— ¿Y ahora la tocaria V.?

— Si lo intentase, por mas reglas que yo sepa, y por mas ejecucion que tenga, me hallaria en el caso del estranjero que he citado antes, si pretendiera al otro dia imitar la ejecucion de la pieza andaluza.

El walz, igual al de todas partes, es en Puerto-Rico el compañero inseparable de la contradanza, y se mira como su consecuencia necesaria; la jóven que promete una contradanza sabe que tiene que bailar el walz con el mismo sujeto.

El rigodon es tambien muy general: frio, pausado y aristocrático, conserva las mismas cualidades bajo el sol de las Antillas que bajo los hielos del polo.

Todos los demás bailes que recorren la Europa con alguna aceptacion, llegan tambien á la Isla, y duran poco ó mucho segun el gusto con que son recibidos; así hemos visto en unos cuantos años la Galop, la Mazurka, el Britano, el Cotillon, la Polka, etc.