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tatoros hay el seis y el caballo, que completan el repertorio de los bailes de garabato. El primero es el fandango español, aunque en obsequio de la verdad tengo que confesar, que así como la contradanza ha ganado mucho, este ha perdido y no poco; los pasos son ejecutados con mucha menos soltura y gracia, los pies de los bailarines no se deslizan sobre el suelo con la suavidad que fuera de desear, sus cuerpos conservan una rigidez, que sobre parecer afectada, se aviene muy mal con el aire y tono de la música y los brazos, que tanta gracia añaden á cualesquiera posicion del cuerpo, son en algunos molestísimos apéndices que no saben donde colocar; en una palabra, el fandanguillo es una planta mal aclimatada.

Las cadenas, derivado de las seguidillas, pero no un engendro contrahecho y raquítico, sino un renuevo vigoroso y lozano, que yo comparo á una hermosa mestiza, son el baile mas animado y vistoso de cuantos pertenecen á esta clase; toman parte en él uno ó varios grupos de á cuatro parejas, las cuales hacen un número convenido de figuras hermosísimas, y ejecutadas con tal precisión y soltura que nadie conoceria allí á los envarados y frios danzantes del fandanguillo; crúzanse velozmente en variadas y opuestas direcciones, enlázanse formando grupos siempre agradables, y mudan en un instante infinitas veces de lugar, viniendo siempre al mismo de donde partieron. Nada hay que pueda pintar el alegre regocijo de los campesinos como las cadenas. La música es muy animada á la par que sencilla, el canto con que