Ver esos hombres, por Cristo!
En mi perra vida he visto
Una miseria mayor.
Yo no tenía camisa
Ni cosa que se parezca;
Mis trapos solo pa yesca
Me podían servir al fin...
No hay plaga como un fortín
Para que el hombre padezca;
Poncho, jergas, el apero.
Las prenditas, los botones,
Todo, amigo, en los cantones
Jué quedando poco á poco,
Ya me tenían medio loco
La pobreza y los ratones.
Solo una manta peluda
Era cuanto me quedaba,
La había agenciao á la taba
Y ella me tapaba el bulto —
Yaguané que allí ganaba
No salía... ni con indulto
Y pa mejor hasta el moro
Se me jué de entre las manos —
No soy lerdo... pero hermano
Vino el comendante un dia
Diciendo que lo quería
«Pa enseñarle á comer grano».
Afigúrese cualquiera
La suerte de este su amigo,
A pié y mostrando el umbligo,
Estropiao, pobre y desnudo,
Ni por castigo se pudo
Hacerse mal mas conmigo.
Ansi pasaron los meses
Y vino el año siguiente,
Y las cosas igualmente
Siguieron del mesmo modo —
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Entre cuatro bayonetas
Me tendieron en el suelo —
Vino el mayor medio en pedo
Y allí se puso a gritar,
«Picaro, te he de enseñar
«A andar reclamando sueldos».
De las manos y las patas
Me ataron cuatro cinchones—
Les aguanté los tirones
Sin que ni un ay! se me oyera.
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Martín Fierro nos cuenta en estos versos con un candor, con una verdad admirables, el orígen y desarrollo de sus desdichas, la causa primera y única de su vagancia y sus delitos.
Tenía rancho, hacienda, mujer hijos, y era feliz.— La autoridad lo arranca de su hogar, lo arrebata á sus afecciones, lo lleva á la frontera, al desierto, al frio, á los tormentos, á los peligros, para que con su valor y su sangre defienda la sociedad, siempre agredida ó amenazada por los indios.
Lo llevan prometiéndole alimentos, ropa, paga, y libertad á los seis meses de servicio. — En vez de alimento, encuentra hambre, en vez de ropa, desnudez y frío, en vez de paga, palos y estaqueadas; y en vez de seis meses, se pasan mas de seis años sin que se piense devolverlo á su familia.
Desesperado con su esclavitud y su miseria, huye de una tiranía insoportable, de un servicio que había ultrapasado los límites del deber y de la justicia, y vuela á su rancho, á los brazos de su mujer y de sus hijos. Parte el corazón el relato de lo que encuentra.
Volvía el cabo de tres años
De tanto sufrir al ñudo,
Resertor, pobre y desnudo —
A procurar suerte nueva —
Y lo mesmo que el peludo
Enderecé pa mi cueva.
No hallé ni rastro del rancho -
Solo estaba la tapera!
Por Cristo, si aquello era
Pa enlutar el corazón —
Yo juré en esa ocasión
Ser mas malo que una fiera!
¡Quién no sentirá lo mesmo
Cuando ansi padece tanto!
Puedo asigurar que el llanto
Como una mujer largué —