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XXXVIII — Juicios críticos.

Esta es la verdadera poesía, la poesía del dolor y del alma. ¡Cuántos volúmenes de necedades brillantes contienen las Bibliotecas, cuyo jugo esprimido, no vale el pensamiento y la ternura de estos pocos versos!

La vida nómade que emprende, respira la poesía animosa, elevada y melancólica del desierto. El aislamiento, el espacio y el silencio lo inspiran, y canta la Noche, la Soledad y el Peligro:


Y al campo me iba sólito
Mas matrero que el venao —
Como perro abandonao
A buscar una tapera,
O en alguna viscachera
Pasar la noche tirao.

Sin punto ni runbo fijo
En aquella inmensidá
Entre tanta oscuridá
Anda el gaucho como duende,
Allí jamás lo sorprende
Dormido, la autoridá.

Su esperanza es el coraje,
Su guardia es la precaución
Su pingo es la salvación,
Y pasa uno en su desvelo,
Sin mas amparo que el cielo
Ni otro amigo que el facón.

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Ansi me hallaba una noche
Contemplando las estrellas
Que le parecen mas bellas
Y que Dios las haiga criao
Cuanto uno es mas desgraciao,
Para consolarse en ellas.

Les tiene el hombre cariño
Y siempre con alegría
Ve salir las tres marias
Que si llueve, cuanto escampa,
Las estrellas son la guía
Que el gaucho tiene en la pampa.

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Me encontraba como digo.
En aquella soledá
Entre tanta oscuridá
Echando al viento mis quejas
Cuando el grito del chajá
Me hizo parar los orejas.

Como lumbriz me pegué
Al suelo para escuchar,
Pronto sentí retumbar
Las pisadas de los fletes,
Y que eran muchos ginetes
Conocí sin vacilar.

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Me refalé las espuelas
Para no peliar con grillos,
Me arremangué el calzoncillo,
Y me ajusté bien la faja.
Y en una mata de paja,
Probé el filo del cuchillo,

Para tenerlo á la mano
El flete en el pasto até.
La cincha le acomodé,
Y en un trance como aquel.
Haciendo espaldas en él
Quietito los aguardé;

Cuando cerca los sentí
Y que ay no mas se pararon
Los pelos se me herizaron;
Y aunque nada vian mis ojos,
«No se han de morir de antojo»
Les dije cuando llegaron.

En la refriega que tuvo con la Policía, fué socorrido por Cruz, otro gaucho desgraciado y perseguido como él, y como él valiente y poeta. Se hacen amigos; Cruz le cuenta su historia que es la misma de Fierro y de todos los gauchos; y al hablarle de su querida lo hace con una pasión y un sentimiento que honrándolo á él, honra y ennoblece á la mujer de campaña.


Yo también tuve una pilcha
Que me enllenó el corazón
Y si en aquella ocasión
Alguien me hubiera buscao —
Siguro que me había hallao
Más prendido que un botón.

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