el valor deste mi fuerte brazo (tal quedó de arrogante el pobre señor con el vencimiento del valiente vizcaíno).
Mas no le pareció tan bien á Sancho Panza el aviso de su amo, que dejase de responder diciendo:
—Señor, yo soy hombre pacífico, manso, sosegado, y sé disimular cualquiera injuria, porque tengo mujer y hijos que sustentar y criar: así que séale á vuestra merced también aviso, pues no puede ser mandato, que en ninguna manera pondré mano á la espada ni contra villano ni contra caballero, y que desde aquí para delante de Dios, perdono cuantos agravios me han hecho y han de hacer, ora me los haya hecho ó haga ó haya de hacer persona alta ó baja, rico ó pobre, hidalgo ó pechero, sin aceptar estado ni condición alguna.
Lo cual oído por su amo, le respondió:
—Quisiera tener aliento para poder hablar un poco descansado, y que el dolor que tengo en esta costilla se aplacara tanto cuanto, para darte á entender. Panza, el error en que estás. Ven acá, pecador: si el viento de la fortuna, hasta ahora tan contrario, en nuestso favor se vuelve, llenándonos las velas del deseo, para que seguramente y sin contraste alguno tomemos puerto en alguna de las ínsulas que te tengo prometida, ¿qué sería de ti, si, ganándola yo, te hiciese señor della? Pues lo vendrás á imposibilitar, por no ser caballero ni quererlo ser, ni tener valor ni intención de vengar tus injurias y defender tu señorío. Porque has de saber que en los reinos y provincias nuevamente conquistados nunca están tan quietos los ánimos de sus naturales, ni tan de parte del nuevo señor, que no se tenga temor de que han de hacer alguna novedad para alterar de nuevo las cosas, y volver, como dicen, á probar ventura; y así, es menester que el nuevo poseedor tenga entendimiento para saberse gobernar, y valor para ofender y defenderse en cualquier acontecimiento.
—En este que ahora nos ha acontencido, respondió Sancho, quisiera yo tener ese entendimiento y ese valor que vuestra merced dice; mas yo le juro, á fe de pobre hombre, que más estoy para bizmas que para