ELOGIOS
Si de llegarte a los bue-,
libro, fueres con letu-,
no te dira el boquiru-
que no pones bien los de-;
mas si el pan no se te cue-
por ir a manos de idio-,
veras, de manos á bo-,
aun no dar una en el cla-;
si bien se comen las ma-
por mostrar que son curio-.
Y pues la experiencia ense-
que el que á buen árbol se arri-
buena sombra le cobi-,
en Béjar tu buena estre-
un arbol real te ofre-
que da príncipes por fru-,
en el cual florece un Du-
que es nuevo Alejandro Ma-.
Llega á su sombra; que a osa-
favorece la fortu-.
De un noble hidalgo manche-
contarás las aventu-,
á quien ociosas letu-
trastornaron la cabe:
damas, armas, caballe-
le provocaron de mo-,
que, cual Orlando furio-,
templado á lo enamora-,
alcanzó á fuerza de bra-
á Dulcinea del Tobo-.
No indiscretos hieroglí-
estampes en el escu-;
que, cuando es todo figu-,
con ruines puntos se envi-.
Si en la dirección te humi-,
no dira mofante algu-:
¡que don Alvaro de Lu-,
que Aníbal el de Carta-,
que el rey Francisco en Espa-
se queja de la fortu-!
Pues al cielo no le plu-
que salieses tan ladi-,
como el negro Juan Lati-,
hablar latines rehu-.
No me despuntes de agu-,
ni me alegues con filó;
porque, torciendo la bo-,
dirá el que entiende la le-,
no un palmo de las ore-:
¿para qué conmigo flo-?