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DON QUIJOTE DE LA MANCHA
clérigos del difunto (que pocas veces se dejan mal pasar) en la acémila de su repuesto traían. Mas sucedióles otra desgracia, que Sancho la tuvo por la peor de todas, y fué que no tenían vino que beber, ni aun agua que llegar á la boca; y acosados de la sed, dijo Sancho, viendo que el prado donde estaban estaba colmado de verde y menuda hierba, lo que se dirá en el siguiente capítulo.