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DON QUIJOTE DE LA MANCHA

acontecimientos y aventuras. Pero todo esto que yo te pinto son incentivos y despertadores de mi ánimo, que ya hace que el corazón me reviente en el pecho con el deseo que tiene de acometer esta aventura, por más dificultosa que se muestra; así que, aprieta un poco las cinchas á Rocinante, y quédate adiós, y espérame aquí hasta tres días no más, en los cuales, si no volviere, puedes tú volverte á nuestra aldea; y desde allí, por hacerme merced y buena obra, irás al Toboso, donde dirás á la incomparable señora mía Dulcinea, que su cautivo caballero murió por acometer cosas que le hiciesen digno de poder llamarse suyo.

Cuando Sancho oyó las palabras de su amo, comenzó á llorar con la mayor ternura del mundo y á decirle:

—Señor, yo no sé por qué quiere vuestra merced acometer esta tan temerosa aventura. Ahora es de noche, aquí no nos ve nadie; bien podemos torcer el camino y desviarnos del peligro, aunque no bebamos en tres días; y pues no hay quien nos vea, menos habrá quien nos note de cobardes; cuanto más que yo he oído muchas veces predicar al cura de nuestro lugar, que vuestra merced muy bien conoce, que quien busca el peligro perece en él; así que, no es bien tentar á Dios acometiendo tan desaforado hecho, donde no se puede escapar sino por milagro; y bastan los que ha hecho el cielo con vuestra merced en librarle de ser manteado como yo lo fui, y en sacarle vencedor, libre y salvo de entre tantos enemigos como acompañaban al difunto; y cuando todo esto no mueva ni ablande ese duro corazón, muévale el pensar y creer que apenas se habrá vuestra merced apartado de aquí, cuando yo, de miedo, dé mi ánima á quien quisiere llevarla. Yo salí de mi tierra y dejé hijos y mujer por venir á servir á vuestra merced, creyendo valer más, y no menos; pero como la codicia rompe el saco, á mí me ha rasgado mis esperanzas; pues cuando más vivas las tenía de alcanzar aquella negra y malhadada ínsula, que tantas veces vuestra merced me ha prometido, veo que en pago y trueco della me quiere ahora dejar en un lugar tan apartado del trato humano. Por un solo Dios, señor mío,