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Página:El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha (1905, vol 1).djvu/356

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DON QUIJOTE DE LA MANCHA

muy aficionada), me escribió un billete diciéndome que la pidiese á mis padres por esposa, y lo puso, y lo halló luego don Fernando, dentro del libro, que era el de Amadís de Gaula... »

No hubo bien oído don Quijote nombrar libro de caballerías, cuando dijo:

—Con que me dijera vuestra merced al principio de su historia que su merced de la señora Luscinda era aficionada á libros de caballerías, no fuera menester otra exageración para darme á entender la alteza de su entendimiento; porque no le tuviera tan bueno como vos, señor, le habéis pintado, si careciera del gusto de tan sabrosa leyenda. Así que, para conmigo, no es menester gastar más palabras en declararme su hermosura, valor y entendimiento; que con sólo haber entendido su afición, lo confirmo por la más hermosa y la más discreta mujer del mundo. Y quisiera yo, señor, que vuestra merced le hubiera enviado, junto con Amadís de Gaula, al bueno de don Rugel de Grecia; que yo sé que gustara la señora Luscinda mucho de Daraida y Carayá, y de las discreciones del pastor Darinel, y de aquellos admirables versos de sus bucólicas, cantadas y representadas por él con todo donaire, discreción y desenvoltura; pero tiempo podrá venir en que se enmiende esa falta; y no durará más en hacerse la enmienda, de cuanto quiera vuestra merced ser servido de venirse conmigo á mi aldea, que allí le podré dar más de cien libros, que son el regalo de mi alma y el entretenimiento de mi vida... aunque tengo para mí que ya no tengo ninguno, merced á la malicia de malos y envidiosos encantadores. Y perdóneme vuestra merced de haber contravenido á lo que prometimos, de no interromper su plática; pues en oyendo cosas de caballerías y de caballeros andantes, así es en mi mano dejar de hablar en ellos, como lo es en la de los rayos del sol dejar de calentar, ni humedecer en los de la luna; así que, perdón y proseguir, que es lo que ahora hace más al caso.

En tanto que don Quijote estaba diciendo lo que queda dicho, se le había caído á Cardenio la cabeza sobre el pecho, dando muestras de