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DON QUIJOTE DE LA MANCHA

estar profundamente pensativo; y puesto que dos veces le dijo don Quijote que prosiguiese su historia, ni alzaba la cabeza, ni respondía palabra; pero al cabo de un buen espacio la levantó, y dijo:

—No se me puede quitar del pensamiento, ni habrá quien me lo quite en el mundo, ni quien me dé á entender otra cosa, y sería un majadero el que lo contrario entendiese ó creyese, sino que aquel bellaconazo del maestro Elisabad estaba amancebado con la reina Madásima.

—Eso no, ¡voto á tal! respondió con mucha cólera don Quijote (y arrojóle, como tenía de costumbre). Y esa es una muy gran malicia, ó bellaquería, por mejor decir. La reina Madásima fué muy principal señora, y no se ha de presumir que tan alta princesa se había de amancebar con un sacapotras; y quien lo contrario entendiere, miente como muy gran bellaco, y yo se lo daré á entender á pie ó á caballo, armado ó desarmado, de noche ó de día, ó como más gusto le diere.

Estábale mirando Cardenio muy atentamente, al cual ya había venido el accidente de su locura, y no estaba para proseguir su historia, ni tampoco don Quijote se la oyera, según le había digustado lo que de Madásima le había oído. ¡Extraño caso! que así volvió por ella como si verdaderamente fuera su verdadera y natural señora: tal le tenían sus descomulgados libros. Digo, pues, que como ya Cardenio estaba loco, y se oyó tratar de mentís y de bellaco, con otros denuestos semejantes, parecióle mal la burla, y alzó un guijarro que halló junto á sí, y dió con él en los pechos tal golpe á don Quijote, que le hizo caer de espaldas. Sancho Panza, que de tal modo vió parar á su señor, arremetió al loco con el puño cerrado; y el Roto le recibió de tal suerte, que con una puñada dió con él á sus pies, y luego se subió sobre él y le brumó las costillas muy a su sabor. El cabrero, que le quiso defender, corrió el mismo peligro; y después que los tuvo á todos rendidos y molidos los dejó, y se fué con gentil sosiego á emboscarse en la montaña. Levantóse Sancho, y con la rabia que tenía de verse aporreado tan sin merecerlo, acudió á tomar la venganza del cabrero, diciéndole que él tenía la culpa de no haberles avisado que á aquel hombre le tomaba á