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DON QUIJOTE DE LA MANCHA

Los dos, que no deseaban otra cosa que saber de su misma boca la causa de su daño, le rogaron se la contase, ofreciéndole de no hacer otra cosa de lo que él quisiese en su remedio ó consuelo; y con esto el triste caballero comenzó su lastimera historia casi por las mismas palabras y pasos que la había contado á don Quijote y al cabrero pocos días atrás, cuando por ocasión del maestro Elisabad, y puntualidad de don Quijote en guardar el decoro á la caballería, se quedó el cuento imperfecto, como la historia lo deja contado; pero ahora quiso la buena suerte que se detuvo el accidente de la locura, y le dió lugar de contarlo hasta el fin; y así, llegando al paso del billete que había hallado don Fernando entre el libro de Amadis de Gaula, dijo Cardenio que le tenia bien en la memoria, y que decía desta manera:

LUSCINDA Á CARDENIO

   «Cada día descubro en vos valores que me obligan y fuerzan á que
»en más os estime; y así, si quisiéredes sacarme desta deuda sin eje-
»cutarme en la honra, lo podréis muy bien hacer. Padre tengo que os
»conoce y que me quiere bien, el cual, sin forzar mi voluntad, cumplirá
»la que será justo que vos tengáis, si es que me estimáis como decís,
»y como yo creo.»

«Por este billete me moví á pedir á Luscinda por esposa, como ya os he contado, y otro como éste fué por quien quedó Luscinda en la opinión de don Fernando por una de las más discretas y avisadas mujeres de su tiempo, y este billete fué el que le puso en deseo de destruirme antes que el mío se efectuase. Díjele yo á don Fernando en lo que reparaba el padre de Luscinda, que era en que mi padre se la pidiese, lo cual yo no le osaba decir, temeroso que no vendría en ello; no porque no tuviese bien conocida la calidad, bondad, virtud y hermosura de Luscinda, y que tenía partes bastantes para ennoblecer cualquier otro linaje de España, sino porque yo entendía dél que deseaba que no me casase tan presto, hasta ver lo que el duque Ricardo hacía conmigo.