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DON QUIJOTE DE LA MANCHA

hecha. Aquella noche hablé con Luscinda, y le dije lo que con don Fernando quedaba concertado, y que tuviese firme esperanza de que tendrían efecto nuestros buenos y justos deseos. Ella me dijo, tan segura como yo de la traición de don Fernando, que procurase volver presto, porque creía que no tardaría más la conclusión de nuestras voluntades, que tardase mi padre de hablar al suyo. No sé qué fué, que en acabando de decirme esto se le llenaron los ojos de lágrimas y un nudo se le atravesó en la garganta, que no le dejaba hablar palabra de otras muchas que me pareció que procuraba decirme. Quedé admirado deste nuevo accidente, hasta allí jamás en ella visto; porque siempre nos hablábamos (las veces que la buena fortuna á mi diligencia lo concedía) con todo regocijo y contento, sin mezclar en nuestras pláticas lágrimas, suspiros, celos, sospechas ó temores; todo era engrandecer yo mi ventura por habérmela dado el cielo por señora; exageraba su belleza, admirábame de su valor y entendimiento, volvíame ella el recambio, alabando en mí lo que, como enamorada, le parecía digno de alabanza. Con esto nos contábamos cien mil niñerías y acaecimientos de nuestros vecinos y conocidos, y á lo que más se extendía mi desenvoltura era á tomarle, casi por fuerza, una de sus bellas y blancas manos, y llegarla á mi boca, según daba lugar la estrecheza de una baja reja que nos dividía; pero la noche que procedió al triste día de mi partida, ella lloró, gimió y suspiró, y se fué, y me dejó lleno de confusión y sobresalto, espantado de haber visto tan nuevas y tan tristes muestras de dolor y sentimiento en Luscinda; pero, por no destruir mis esperanzas, todo lo atribuí á la fuerza del amor que me tenía, y al dolor que suele causar la ausencia en los que bien se quieren. En fin, yo me partí triste y pensativo, llena el alma de imaginaciones y sospechas, sin saber lo que sospechaba ni imaginaba; claros indicios, que mostraban el triste suceso y desventura que me estaba guardada.

»LIegué al lugar donde era enviado, di las cartas al hermano de don Fernando, fui bien recibido, pero no bien despachado, porque me