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DON QUIJOTE DE LA MANCHA

tan apriesa como yo pienso que don Fernando deseaba, porque después de cumplido aquello que el apetito pide, el mayor gusto que puede venir es apartarse de donde le alcanzaron. Digo esto porque don Fernando dió priesa por partirse de mí; y por industria de mi doncella, que era la misma que allí le había traído, antes que amaneciese se vió en la calle; y al despedirse de mí, aunque no con tanto ahinco y vehemencia como cuando vino, me dijo que estuviese segura de su fe, y de ser firmes y verdaderos sus juramentos; y para más confirmación de su palabra, sacó un rico anillo del dedo y lo puso en el mío. En efecto, él se fué, y yo quedé, ni sé si triste ó alegre: esto sé bien decir, que quedé confusa y pensativa y casi fuera de mí con el nuevo acaecimiento, y no tuve ánimo ó no se me acordó de reñir á mi doncella por la traición cometida de encerrar á don Fernando en mi mismo aposento; porque aun no me determinaba si era bien ó mal el que me había sucedido. Díjele al partir á don Fernando que por el mesmo camino de aquélla podía verme otras noches, pues ya era suya, hasta que, cuando él quisiese, aquel hecho se publicase; pero no vino otra alguna, si no fué la siguiente, ni yo pude verle en la calle ni en la iglesia en más de un mes, que en vano me cansé en solicitallo; puesto que supe que estaba en la villa y que los más días iba á caza, ejercicio de que él era muy aficionado.

»Estos días y estas horas bien sé yo que para mí fueron aciagos y menguadas, y bien sé que comencé á dudar en ellos, y aun á descreer de la fe de don Fernando, y sé también que mi doncella oyó entonces las palabras que en reprensión de su atrevimiento antes no había oído; y sé que me fué forzoso tener cuenta con mis lágrimas y con la compostura de mi rostro, por no dar ocasión á que mis padres me preguntasen que de qué andaba descontenta, y me obligasen á buscar mentiras que decilles; pero todo esto se acabó en un punto, llegándose uno por donde se atropellaron los respetos y se acabaron los honrados discursos, y adonde se perdió la paciencia y salieron á plaza mis secretos pensamientos; y esto fué, porque de allí á pocos días se dijo en el lugar