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DON QUIJOTE DE LA MANCHA

—¿Hacia qué reino quiere guiar la vuestra señoría? ¿Es por ventura hacia el de Micomicón? que sí debe ser, ó yo sé poco de reinos.

Ella, que estaba bien en todo, entendió que había de responder que sí; y así dijo:

—Sí, señor, hacia ese reino es mi camino.

—Si así es, dijo el cura, por la mitad de mi pueblo hemos de pasar, y de allí tomará vuestra merced la derrota de Cartagena, donde se podrá embarcar con la buena ventura; y si hay viento próspero, mar tranquilo y sin borrasca, en poco menos de nueve años se podrá estar á vista de la gran laguna Meona, digo Meótides, que está poco más de cien jornadas más acá del reino de vuestra grandeza.

—Vuestra merced está engañado, señor mío, dijo ella; porque no ha dos años que yo partí dél, y en verdad que nunca tuve buen tiempo, y con todo eso, he llegado á ver lo que tanto deseaba, que es al señor don Quijote de la Mancha, cuyas nuevas llegaron á mis oídos así como puse los pies en España, y ellas me movieron á buscarle para encomendarme en su cortesía, y fiar mi justicia del valor de su invencible brazo.

—No más; cesen mis alabanzas, dijo á esta sazón don Quijote, porque soy enemigo de todo género de adulación; y aunque ésta no lo sea, todavía ofenden mis castas orejas semejantes pláticas: lo que yo sé decir, señora mía, que ora tenga valor ó no, el que tuviere ó no tuviere se ha de emplear en vuestro servicio hasta perder la vida; y así, dejando esto para su tiempo, ruego al señor licenciado me diga qué es la causa que le ha traído por estas partes tan solo, tan sin criados y tan á la ligera, que me pone espanto.

—A eso yo responderé con brevedad, respondió el cura; porque sabrá vuestra merced, señor don Quijote, que yo y maese Nicolás, nuestro amigo y nuestro barbero, íbamos á Sevilla á cobrar ciertos dineros que un pariente mío, que ha muchos años que pasó á Indias, me había enviado, y no tan pocos que no pasen de sesenta mil pesos ensayados, que es otro que tal; y pasando ayer por estos lugares, nos salieron al encuentro cuatro salteadores, y nos quitaron hasta las barbas,