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DON QUIJOTE DE LA MANCHA

me la han pedido con muchas veras; mas yo no se la he querido dar, pensando volvérsela á quien aquí dejó esta maleta olvidada con estos libros y esos papeles; que bien puede ser que vuelva su dueño por aquí algún tiempo; y aunque sé que me han de hacer falta los libros, á ífe que se los he de volver; que, aunque ventero, todavía soy cristiano.

—Vos tenéis mucha razón, amigo, dijo el cura; mas con todo eso, si la novela me contenta, me la habéis de dejar trasladar.

—De muy baena gana, respondió el ventero.

Mientras los dos esto decían, había tomado Cardenio la novela y comenzado á leer en ella; y pareciéndole lo mismo que al cura, le rogó que la leyese de modo que todos la oyesen.

—Si leyera, dijo el cura, si no fuera mejor gastar este tiempo en dormir que en leer.

—Harto reposo será para mí, dijo Dorotea, entretener el tiempo oyendo algún cuento, pues aun no tengo el espíritu tan sosegado, que me conceda dormir cuando fuera razón.

—Pues desa manera, dijo el cura, quiero leerla, por curiosidad siquiera; quizá tendrá alguna de gusto.

Acudió maese Nicolás á rogarle lo mismo, y Sancho también; lo cual visto del cura, y entendiendo que á todos daría gusto y él le recibiría, dijo:

—Pues así es, esténme todos atentos; que la novela comienza desta manera: