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DON QUIJOTE DE LA MANCHA

ria y provecho intentarlas, aunque tan llenas de inconvenientes y peligros; pero lo que tú dices, que quieres intentar y poner por obra, ni te ha de alcanzar gloria de Dios, bienes de la fortuna, ni fama con los hombres; porque, puesto que salgas con ella como deseas, no has de quedar ni más ufano, ni más rico, ni más honrado que estás ahora; y si no sales, te has de ver en la mayor miseria que imaginarse pueda; porque no te ha de aprovechar pensar entonces que no sabe nadie la desgracia que te ha sucedido; porque bastará, para afligirte y deshacerte, que la sepas tú mismo. Y para confirmación desta verdad, te quiero decir una estancia que hizo el famoso poeta Luis Tansilo, en el fin de su primera parte de las Lágrimas de San Pedro, que dice así:

     Crece el dolor y crece la vergüenza
en Pedro, cuando el día se ha mostrado;
y aunque allí no ve á nadie, se avergüenza
de sí mismo, por ver que había pecado;
que á un magnánimo pecho, á haber vergüenza,
no sólo ha de moverle el ser mirado;
que de sí se avergüenza cuando yerra,
si bien otro no ve que cielo y tierra.

Así que, no excusarás con el secreto tu dolor; antes tendrás que llorar continuo, si no lágrimas de los ojos, lágrimas de sangre del corazón, como las lloraba aquel simple doctor, que nuestro poeta nos cuenta, que hizo la prueba del vaso, que con mejor discurso se excusó de hacerla el prudente Reinaldos; que puesto que aquello sea ficción poética, tiene en sí encerrados preceptos morales, dignos de ser advertidos y entendidos é imitados; cuanto más, que con lo que ahora pienso decirte, acabarás de venir en conocimiento del grande error que quieres cometer.

»Dime, Anselmo, si el cielo ó la suerte buena te hubiera hecho señor y legítimo posesor de un finísimo diamante, de cuya bondad y quilates estuviesen satisfechos cuantos lapidarios le viesen; y si todos á una voz y de común parecer dijesen que llegaba en quilates, bondad