Página:El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha (1905, vol 1).djvu/561

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
369
DON QUIJOTE DE LA MANCHA

»—Si eso confiesas, respondió Camila, enemigo mortal de todo aquello que justamente merece ser amado, ¿con qué rostro osas parecer ante quien sabes que es el espejo donde se mira aquel en quien tú te debieras mirar, para que vieras con cuan poca ocasión le agravias? Pero ya caigo ¡ay desdichada de mí! en la cuenta de quién te ha hecho tener tan poca con lo que á ti mismo debes, que debe de haber sido alguna desenvoltura mía; que no quiero llamarla deshonestidad, pues no habrá procedido de deliberada determinación, sino de algún descuido de los que las mujeres, que piensan que no tienen de quien recatarse, suelen hacer inadvertidamente. Si no, dime: ¿cuándo, ¡oh traidor! respondí á tus ruegos con alguna palabra ó señal que pudiese despertar en ti alguna sombra de esperanza de cumplir tus infames deseos? ¿Cuándo tus amorosas palabras no fueron desechadas y reprendidas de las mías con rigor y con aspereza? ¿Cuándo tus muchas promesas y mayores dádivas fueron de mí creídas ni admitidas? Pero, por parecerme que alguno no puede perseverar en el intento amoroso luengo tiempo, si no es sustentado de alguna esperanza, quiero atribuirme á mí la culpa de tu persistencia, pues sin duda algún descuido mío ha sustentado tanto tiempo tu cuidado; y así, quiero castigarme y darme la pena que tu culpa merece. Y porque vieses que, siendo conmigo tan inhumana, no era posible dejar de serlo contigo, quise traerte á ser testigo del sacrificio que pienso hacer á la ofendida honra de mi tan honrado marido, agraviado de ti con el mayor cuidado que te ha sido posible, y de mí también con el poco recato que he tenido de huir la ocasión, si alguna te di, para favorecer y canonizar tus malas intenciones. Torno á decir que la sospecha que tengo que algún descuido mío engendró en ti tan desvariados pensamientos, es la que más me fatiga, y la que yo más deseo castigar con mis propias manos, porque, castigándome otro verdugo, quizás sería más pública mi culpa; pero antes que esto haga, quiero matar muriendo, y llevar conmigo quien me acabe de satisfacer el deseo de la venganza que espero y tengo, viendo allá, donde quiera que fuere, la pena que da la justicia, desinte-