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DON QUIJOTE DE LA MANCHA

incita, se pone á ser blanco de tanta arcabucería, y procura pasar por tan estrecho paso al bajel contrario. Y lo que más es de admirar, que apenas uno ha caído donde no se podrá levantar hasta el fin del mundo, cuando otro ocupa su mismo lugar; y si éste también cae en el mar, que como á enemigo le aguarda, otro y otro le sucede, sin dar tiempo al tiempo de sus muertes: valentía y atrevimiento el mayor que se puede hallar en todos los trances de la guerra.

»íBien hayan aquellos benditos siglos que carecieron de la espantable furia de aquestos endemoniados instrumentos de la artillería! á cuyo inventor, tengo para mí que en el infierno se le está dando el premio de su diabólica invención, con la cual dió causa á que un infame y cobarde brazo quite la vida á un valeroso caballero; que, sin saber cómo ó por dónde, en mitad del coraje y brío que enciende y anima á los valientes pechos, llega una desmandada bala, disparada de quien quizá huyó y se espantó del resplandor que hizo el fuego al disparar de la maldita máquina, y corta y acaba en un instante los pensamientos y vida de quien la merecía gozar luengos siglos. Y así, considerando esto, estoy por decir que en el alma me pesa de haber tomado este ejercicio de caballero andante en edad tan detestable como es esta en que ahora vivimos; porque, aunque á mí ningún peligro me pone miedo, todavía me pone recelo pensar si la pólvora y el estaño me han de quitar la ocasión de hacerme famoso y conocido, por el valor de mi brazo y filos de mi espada, por todo lo descubierto de la tierra. Pero haga el cielo lo que fuere servido; que tanto seré más estimado, si salgo con lo que pretendo, cuanto á mayores peligros me he puesto que se pusieron los caballeros andantes de los pasados siglos.»

Todo este largo discurso dijo don Quijote en tanto que los demás cenaban, olvidándose de llevar bocado á la boca; puesto que algunas veces le había dicho Sancho Panza que cenase; que después habría lugar para decir todo lo que quisiese. Entre los que escuchado le habían sobrevino nueva lástima de ver que el hombre que, al parecer, tenía buen entendimiento y buen discurso en todas las cosas que tra-