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CAPÍTULO XL
Donde se prosigue la historia del cautivo


SONETO

Almas dichosas, que del mortal velo
libres y exentas, por el bien que obrastes,
desde la baja tierra os levantastes
á lo más alto y lo mejor del cielo;
y ardiendo en ira y en honroso celo,
de los cuerpos la fuerza ejercitastes,
y en propia y sangre ajena colorastes
el mar vecino y arenoso suelo.
Primero que el valor faltó la vida
en los cansados brazos, que, muriendo,
con ser vencidos llevan la victoria;
y esta vuestra mortal, triste caída,
entre el muro y el hierro, os va adquiriendo
fama que el mundo os da, y el cielo gloria.

—Desa misma manera le sé yo, dijo el cautivo.

—Pues el del fuerte, si mal no me acuerdo, dijo el caballero, dice así: