tener muchas y de las mejores que en Argel había, y de tener asimismo más de doscientos mil escudos españoles, de todo lo cual era señora ésta que ahora lo es mía. Si con todo este adorno podía venir entonces hermosa ó no, por las reliquias que le han quedado en tantos trabajos, se podrá conjeturar cuál debía de ser en las prosperidades; porque ya se sabe que la hermosura de algunas mujeres tiene días y sazones, y requiere accidentes para disminuirse ó acrecentarse; y es natural cosa que las pasiones del ánimo la levanten ó bajen, puesto que las más veces la destruyen. Digo, en fin, que entonces llegó en todo extremo aderezada y en todo extremo hermosa, ó á lo menos á mí me pareció serlo la más que hasta entonces había visto; y con esto, viendo las obligaciones en que me había puesto, me parecía que tenía delante de mí una deidad del cielo, venida á la tierra para mi gusto y para mi remedio.
»Así como ella llegó, le dijo su padre en su lengua como yo era cautivo de su amigo Arnaute Mamí, y que venía á buscar ensalada.
»Ella tomó la mano, y en aquella mezcla de lenguas que tengo dicho, me preguntó si era caballero, y qué era la causa que no me rescataba.
»Yo le respondí que ya estaba rescatado, y que en el precio podía echar de ver en lo que mi amo me estimaba, pues había dado por mí mil y quinientos zoltanis; á lo cual ella respondió:
»—En verdad, que si tú fueras de mi padre, que yo hiciera que no te diera él por otros dos tantos, porque vosotros, cristianos, siempre mentís en cuanto decís, y os hacéis pobres por engañar á los moros.
»—Bien podría ser eso, señora, le respondí; mas en verdad que yo la he tratado con mi amo, y la trato y la trataré con cuantas personas hay en el mundo.
»—Y ¿cuándo te vas? dijo Zoraida.
»—Mañana, creo yo, dije, porque está aquí un bajel de Francia, que se hace mañana á la vela, y pienso irme en él.
»—¿No es mejor, replicó Zoraida, esperar á que vengan bajeles de España y irte con ellos, que no con los de Francia, que no son vuestros amigos?