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DON QUIJOTE DE LA MANCHA

»—No, respondí yo; aunque si, como hay nuevas que viene ya un bajel de España, es verdad, todavía yo le aguardaré, puesto que es más cierto el partirme mañana, porque el deseo que tengo de verme en mi tierra y con las personas que bien quiero, es tanto, que no me dejará esperar otra comodidad, si se tarda, por mejor que sea.

»—Debes de ser sin duda casado en tu tierra, dijo Zoraida, y por eso deseas ir á verte con tu mujer.

»—No soy, respondí yo, casado, mas tengo dada la palabra de casarme en llegando allá.

»—Y ¿es hermosa la dama á quien se la diste? dijo Zoraida.

»—Tan hermosa es, respondí yo, que, para encarecella, y decirte la verdad, se parece á ti mucho.

»Desto se rió muy de veras su padre, y dijo:

»—Gualá, cristiano, que debe ser muy hermosa si se parece á mi hija, que es la más hermosa de todo este reino; si no, mírala bien, y verás como te digo verdad.

»Servíanos de intérprete á las más destas palabras y razones el padre de Zoraida, como más ladino; que, aunque ella hablaba la bastarda lengua que, como he dicho, allí se usa, más declaraba su intención por señas que por palabras. Estando en estas y otras muchas razones, llegó un moro, corriendo, y dijo á grandes voces que por las bardas ó paredes del jardín habían saltado cuatro turcos, y andaban cogiendo la fruta, aunque no estaba madura. Sobresaltóse el viejo, y lo mismo hizo Zoraida, porque es común y casi natural el miedo que los moros á los turcos tienen, especialmente á los soldados, los cuales son tan insolentes y tienen tanto imperio sobre los moros que á ellos están sujetos, que los tratan peor que si fuesen esclavos suyos.

»Digo, pues, que dijo su padre á Zoraida:

»—Hija, retírate á la casa y enciérrate, en tanto que yo voy á hablar á estos canes; y tú, cristiano, busca tus hierbas y vete en buen hora, y llévete Alá con bien á tu tierra.

»Yo me incliné, y él se fué á buscar los turcos, dejándome solo