pobre cristiano, quedaron confusos, y uno dellos nos preguntó si éramos nosotros acaso la ocasión por que un pastor había apellidado al arma.
»—Sí, dije yo.
»Y queriendo comenzar á decirle mi suceso, y de dónde veníamos y quién éramos, uno de los cristianos que con nosotros venían conoció al jinete que nos había hecho la pregunta, y dijo, sin dejarme á mí decir más palabra:
»—¡Gracias sean dadas á Dios, señores, que á tan buena parte nos ha conducido! porque, si yo no me engaño, la tierra que pisamos es la de Vélez Málaga, si ya los años de mi cautiverio no me han quitado de la memoria el acordarme que vos, señor, que nos preguntáis quién somos, sois Pedro de Bustamante, tío mío.
»Apenas hubo dicho esto el cristiano cautivo, cuando el jinete se arrojó del caballo y vino á abrazar al mozo, diciéndole:
»—¡Sobrino de mi alma y de mi vida! ya te conozco, y ya te he llorado por muerto, yo, mi hermana, tu madre y todos los tuyos, que aun viven; que Dios ha sido servido de darles vida para que gocen el placer de verte. Ya sabíamos que estabas en Argel, y por las señales y muestras de tus vestidos, y las de todos los desta compañía, comprendo que habéis tenido milagrosa libertad.
»—Así es, respondió el mozo, y tiempo nos quedará para contároslo todo.
»Luego que los jinetes entendieron que éramos cristianos cautivos, se apearon de sus caballos, y cada uno nos convidaba con el suyo para llevarnos á la ciudad de Vélez Málaga, que legua y media de allí estaba. Algunos dellos volvieron á llevar la barca á la ciudad, diciéndoles dónde la habíamos dejado; otros nos subieron á las ancas, y Zoraida fué en las del caballo del tío del cristiano. Saliónos á recibir todo el pueblo; que ya de alguno que se había adelantado sabían la nueva de nuestra venida. No se admiraban de ver cautivos libres ni moros cautivos, porque toda la gente de aquella costa está hecha á ver