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Página:El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha (1905, vol 1).djvu/716

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DON QUIJOTE DE LA MANCHA

Todas estas razones que entre los dos pasaban, oyó el mozo de mulas junto á quien don Luis estaba; y levantándose de allí, fué á decir lo que pasaba á don Fernando y á Cardenio, y á los demás, que ya vestido se habían, á los cuales dijo cómo aquel hombre llamaba de don á aquel muchacho, y las razones que pasaban, y cómo le quería volver á casa de su padre, y el mozo no quería; y con esto y con lo que dél sabían, de la buena voz que el cielo le había dado, vinieron todos en gran deseo de saber más particularmente quién era, y aun de ayudarle si alguna fuerza le quisiesen hacer; y así, se fueron hacia la parte donde aun estaba hablando y porfiando con su criado.

Salía en esto Dorotea de su aposento, y tras ella doña Clara, toda turbada; y llamando Dorotea á Cardenio aparte, le contó en breves razones la historia del músico y de doña Clara, a quien él también dijo lo que pasaba de la venida á buscarle los criados de su padre; y no se lo dijo tan callando, que lo dejase de oir doña Clara, de lo que quedó tan fuera de sí, que si Dorotea no llegara á tenerla, diera consigo en el suelo. Cardenio dijo á Dorotea que se volviesen al aposento, que él procuraría poner remedio en todo; y ellas lo hicieron.

Ya estaban todos los cuatro que venían á buscar á don Luis dentro de la venta y rodeados á él, persuadiéndole que luego, sin detenerse un punto, volviese á consolar á su padre.

El respondió que en ninguna manera lo podía hacer, hasta dar fin á un negocio en que le iba la vida, la honra y el alma.

Apretáronle entonces los criados, diciéndole que en ningún modo volverían sin él, y que le llevarían, quisiese ó no quisiese.

—Esto no haréis vosotros, replicó don Luis, si no es llevándome muerto; aunque de cualquiera manera que me llevéis, será llevarme sin vida.

Ya á esta sazón habían acudido á la porfía todos los más que en la venta estaban, especialmente Cardenio, don Fernando, sus camaradas, el oidor, el cura, el barbero y don Quijote, que ya le pareció que no había necesidad de guardar más el castillo.