y el otro se quedase á servir á don Luis, y á no dejalle hasta que ellos volviesen por él, ó viesen lo que su padre les ordenaba. Desta manera se apaciguó aquella máquina de pendencias por la autoridad de Agramante y prudencia del rey Sobrino; pero viéndose el enemigo de la concordia y el émulo de la paz menospreciado y burlado, y el poco fruto que había granjeado de haberlos puesto á todos en tan confuso laberinto, acordó de probar otra vez la mano, resucitando nuevas pendencias y desasosiegos.
Es, pues, el caso que los cuadrilleros se sosegaron, por haber entreoído la calidad de los que con ellos se habían combatido, y se retiraron de la pendencia, por parecerles que, de cualquiera manera que sucediese, habían de llevar lo peor de la batalla; pero á uno dellos, que fué el que fué molido y pateado por don Fernando, le vino á la memoria que entre algunos mandamientos que traía para prender á algunos delincuentes, traía uno contra don Quijote, á quien la Santa Hermandad había mandado prender por la libertad que dió á los galeotes, como Sancho, con mucha razón, había temido. Imaginando, pues, esto, quiso certficarse si las señas que de don Quijote traía, venían bien; y sacando del seno un pergamino doblado, con papeles dentro, topó con el que buscaba; y poniéndosele á leer de espacio, porque no era buen lector, á cada palabra que leía ponía los ojos en don Quijote, e iba cotejando las señas del mandamiento con el rostro de don Quijote, y halló que sin duda alguna era el que el mandamiento rezaba. Y apenas se hubo certificado, cuando, recogiendo su pergamino, con la izquierda mostró el mandamiento, y con la derecha asió á don Quijote del cuello fuertemente, que no le dejaba alentar, y á grandes voces decía:
—¡Favor á la Santa Hermandad! Y para que se vea que lo pido de veras, léase este mandamiento, donde se contiene que se prenda á este salteador de caminos.
Tomó el mandamiento el cura, y vió cómo era verdad cuanto el cuadrillero decía, y cómo convenía en las señas con don Quijote; el cual, viéndose tratar mal de aquel villano malandrín, puesta la cólera en su