—Tú estás en lo cierto, Sancho, dijo don Quijote; vete adonde quisieres y come lo que pudieres; que yo ya estoy satisfecho, y sólo me falta dar al alma su refacción, como se la daré escuchando el cuento deste buen hombre.
—Así la daremos todos á las nuestras, dijo el canónigo.
Y luego rogó al cabrero que diese principio á lo que prometido había.
El cabrero dió dos palmadas sobre el lomo á la cabra, que por los cuernos tenía, diciéndole:
—Recuéstate junto a mí, manchada; que tiempo nos queda para volver á nuestro apero.
Parece que lo entendió la cabra, porque en sentándose su dueño, se tendió ella junto á él con mucho sosiego, y mirándole al rostro, daba á entender que estaba atenta á lo que el cabrero iba diciendo, el cual comenzó su historia desta manera: