tienen parte de la invención del famoso Mateo Boyardo, de donde también tejió su tela el cristiano poeta Ludovico Ariosto; al cual, si aquí le hallo, y veo que habla en otra lengua que la suya, no le guardaré respeto alguno; pero si habla en su idioma, le pondré sobre mi cabeza.
—Pues yo le tengo en italiano, dijo el barbero; mas no le entiendo.
—Ni aun fuera bien que vos le entendiérades, respondió el cura; y aquí le perdonáramos al señor capitán que no le hubiera traído á España y hecho castellano, que le quitó mucho de su natural valor; y lo mismo harán todos aquellos que los libros de verso quisieren volver en otra lengua; que, por mucho cuidado que pongan y habilidad que muestren, jamás llegarán al punto que ellos tienen en su primer nacimiento. Digo, en efecto, que este libro, y todos los que se hallaren que tratan destas cosas de Francia, se echen y depositen en un pozo seco, hasta que, con más acuerdo, se vea lo que se ha de hacer dellos, escetuando á un Bernardo del Carpió, que anda por ahí, y á otro llamado Roncesvalles; que éstos, en llegando á mis manos, han de estar en las del ama, y dellas en las del Fuego, sin remisión alguna;
Todo lo confirmó el barbero, y lo tuvo por bien y por cosa muy acertada, por entender que era el cura tan buen cristiano y tan amigo de la verdad, que no diría otra cosa por todas las del mundo. Y abriendo otro libro vió que era Palmerín de Oliva, y junto á él estaba otro que se llamaba Palmerín de Ingalaterra; lo cual, visto por el licenciado, dijo:
—Esa Oliva se haga luego rajas y se queme, que aun no queden della las cenizas; y esa Palma de Ingalaterra se guarde y se conserve como á cosa única, y se haga para ella otra caja como la que halló Alejandro en los despojos de Darío, que la diputó para guardar en ella las obras del poeta Homero. Este libro, señor compadre, tiene autoridad por dos cosas: la una, porque él por sí es muy bueno; y la otra, porque es fama que le compuso un discreto rey de Portugal. Todas las aventuras del castillo de Miraguarda son bonísimas y de grande artificio, las razones cortesanas y claras, que guardan y miran