los dictados del Destino. No nos convirtamos en verdugos.
"Pero mi hermana te espera. Parece amarte profundamente. No queramos que ellos sufran como nosotros. Sacrifiquémonos por su felicidad, ya que es irreparable nuestra desgracia.
—¡No, no!...—exclamó Miodjin.
—Miodjin ¿vas á tener menos valor que una mujer?
Miodjin bajó la cabeza y, después de un momento de silencio, dijo:
—¡Hermana! tienes un alma heroica. Yo estoy al borde de un precipicio sin fondo en que está abismada toda mi felicidad. Ya no me queda más que caer del todo en él. Me someto: mándame ¿qué debo hacer?
—Casarte con mi hermana—dijo Yamata con voz temblorosa y con los ojos llenos de lágrimas;—debes hacerla feliz en nombre del amor que me profesas, como yo amaré á mi esposo, en recuerdo tuyo.
—Te obedeceré—dijo Miodjin—haré el sacrificio que nos ha impuesto una tierna amistad. Mañana colgaré en su puerta el ramo simbólico.
—Gracias; eres un hombre. El cielo nos recompensará en la otra vida por haber tenido la abnegación de renunciar á la dicha terrestre. Adiós, hermano... ¡Adiós!
—¡Adiós!... ¡Adiós!...— murmuró