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El Japón

del templo, sino á todos los creyentes que les dirigen sus plegarias con fervor y que cuidan de consagrarles un par de sandalias de paja. Estos piadosos mortales quedan preservados de las tentaciones y en virtud de la protección de los dioses, se curan sus heridas. Numerosos exvotos, en forma de sandalias, atestiguan la fe de los creyentes.

Cuando se sale del pórtico, se encuentra uno en anchas avenidas pavimentadas y bordeadas por cedros majestuosos. Bajo estos árboles hay barracas llenas de muñecos de todas clases. Se avanza y el templo aparece imponente, destacándose en rojo, bajo el cielo hacia el cual eleva sus torres de cinco pisos. Esta arquitectura proviene de la China y su principal característica es la curiosa forma de sus tejados, de volumen considerable, cuya altura es los dos tercios de la del edificio y cuyos bordes levantados, se aprecian mejor en los ángulos. El conjunto, da una impresión de pesadez y ligereza á un tiempo mismo. Se atraviesa el vestíbulo misterioso y sombrío, en el que reinan los pichones sagrados que le rozan á uno al volar y donde se compra el incienso que se quiere quemar en holocausto á los dioses, y se llega al templo, nave única de grandes proporciones, con la bóveda sostenida por numerosos pilares rojos con capiteles que no se ven desde el suelo por la gran altura á que están colocados. El altar, resplandece de oro y de luz, en medio de aquella obscuridad. Se ve Budas gigantescos, dorados, detrás de la verja de hierro fundido que casi los oculta y

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