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muy buena respuesta: que saldría a la plaza a trocar una pieza de a dos y que a la tarde volviesen; mas su salida fué sin vuelta.

Por manera que a la tarde ellos volvieron; mas fué tarde. Yo les dije que aun no era venido. Venida la noche y él no, yo hube miedo de quedar en casa solo, y fuime a las vecinas y contéles el caso, y alli dormi.

Venida la mañana, los acreedores vuelven y preguntan por el vecino; mas, a estotra puerta. Las mujeres les responden:

—Veis aquí su mozo y la llave de la puerta.

Ellos me preguntaron por él, y dijeles que no sabía a dónde estaba y que tampoco había vuelto a casa desde que salió a trocar la pieza, y que pensaba que de mi y de ellos se había ido con el trueco.

De que esto me oyeron, van por un alguacil y un escribano. Y helos de vuelven luego con ellos, y toman la llave, y llámanme, y llaman testigos, y abren la puerta, y entran a embargar la hacienda de mi amo hasta ser pagados de su deuda. Anduvieron toda la casa, y halláronla desembarazada, como he contado, y dicenme:

—¿Qué es de la hacienda de tu amo: sus arcas y paños de pared y alhajas de casa?

—No sé yo eso—les respondi.

—Sin duda—dicen—, esta noche lo deben de haber alzado y llevado a alguna parte. Señor alguacil; prended a este mozo, que él sabe dónde está.

En esto vino el alguacil y echóme mano por el collar del jubón, diciendo: