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parece sino que fueron unos ángeles brotados de la tierra para formar el buen gusto y el encanto de los amantes de lo bello.

Nada, pues, mas justo ni mas natural que ensalzar el mérito donde se encuentre; y enaltecerlo con justicia, echando á un lado la pasion que ciega y compromete el nombre póstumo de un artista, ¡Harto severa es la opinion pública que juzga las cosas y no se equivoca fácilmente!

Se comprende bien que el pintor Ribera, padre, de mediados del siglo XIX no puede considerarse á la altura de los célebres españoles Diego Velazquez de Silva, Bartolomé Murillo y Josef Rivera el españoleto, porque genios de esta clase nacen pocos. Estaba reservado á estos hombres estraordinarios, lumbreras de nuestra patria , la gloria de crear la Escuela española, tan apreciada hoy dia en los principales museos de Europa, y tan ávidamente buscada por los inteligentes. Muy lejos estamos de tal idea; creemos, sin embargo, que no se le puede negar por nadie, sin fallar á la Justicia, un mérito relativo en el arte. Fundados en esto mismo y hecha la salvedad que dejamos indicada, le juzgamos con un derecho indisputable á figurar en la galeria de los pintores hijos de Madrid como un artista notable de nuestro tiempo.

El pintor de historia , don Juan Antonio de Ribera nació en Madrid el 27 de mayo de 1779, habiendo recibido el agua bautismal en la pila de la iglesia parroquial de San Justo. Fueron sus padres don Eusebio de Ribera y doña Petra Fernandez de Velasco.

Pasó los cinco años primeros de su infancia en la villa de Navalcarnero, á cinco leguas de esta córte, de donde era natural su madre, habiendo recibido despues la educacion que era costumbre en la buena sociedad de aquella época.

De una vivacidad estraordmaria, y de un talento claro y precoz, comprendia bien los primeros rudimentos de fa enseñanza: su inclinacion predilecta desde muy niño siempre fue el dibujo; y siguiendo su padre la inspiracion y el genio que revelaba por las bellas artes, le puso á la edad de once años en el estudio de su amigo don Francisco Bayen, pintor en su tiempo de una reputacion aventajada.

El año memorable de 1790, año en que empezó Ribera su carrera, todos saben que la antorcha del buen gusto estaba apagada, porque las ideas proclamadas en la revolucion francesa hicieron variar enteramente la marcha tranquila de la Europa, y porque las bellas artes, reñidas como lo están siempre, con el estruendo de las armas, dejaron entonces de mostrar sus saludables efectos en todas las naciones.

Ribera sin embargo, continuó con su maestro Bayen los primeros años de la pintura; mas habiendo fallecido este profesor, y á muy poco tiempo tambien su padre don Eusebio, quedóse huerfano y pobre.

D. JUAN ANTONIO RIBERA.


Sin desmayar por estas dos sensibles perdidas, firme siempre en su propósito de ser pintor, no anhelaba otra cosa que proseguir sus estudios aun cuando fuera trabajosamente. Llegó, pues, á su noticia que en el colegio de las Escuelas Pias estaban ocupados varios jóvenes en pintar una coleccion de venerables de la orden para los claustros del convento; y no obstante sus pocos años, no vaciló en presentarse al P. Luis Minguez pidiendo ocupacion. Tanto interesó al P. esculapio la demanda del huérfano, que desde luego le encargó varios retratos, no sin alguna desconfianza al contemplarle tan jóven pero él los ejecutó tan á satisfaccion del esculapio, que este le pagó un doblon de oro por cada uno facilitandole ademas un puesto preferente en el refectorio.

El carácter humilde, la honradez y el poco orgullo del artista Ribera, que bien pronto se distinguió entre los demás jóvenes que pintaban, hizo que el ilustrado P. Minguez le tendiera su mano protectora , consiguiendo del gobierno una corta pension de seis reales diarios sobro los fondos de correos para que continuase su carrera.

Animado con este respiro, y aprovechando los consejos saludables de su hermano mayor (que á la sazon era relojero de cámara) emprendió la copia del gran cuadro de Rafael que existe en el museo Real, conocido por el Pasmo de Sicilia, firmando en seguida como uno» de los opositores á los premios generales» de la Academia de nonios artes de San Fernando.

Constante en superar los obstáculos que se le opusieran, y con la idea siempre fija de sobresalir por su aplicacion, entre sus condiscipulos, ganó legalmente el segundo premio de primera clase, concediéndole en su consecuencia el rey Carlos IV la pension anual de siete mil reales para pasar á París con el objeto de perfeccionarse en la pintura.

Octuvo esta gracia de la munificencia real, y marchando en seguida al estranjero, tuvo la suerte de que le recibiera como discipulo el célebre Mr. David, bajo cuya direccion emprendió de nuevo su carrera, tomando un estilo desconocido entonces en España.

No tardó mucho en granjearse Ribera el aprecio de su maestro-director, tanto por su disposicion artistica, como por su sentimiento de lo bello, rayando su aplicacion hasta el punto de rivalizar á los tres años con sus condiscipulos mas aventajados. Esto fue confirmado en las oposiciones mensuales que habia en el estudio de Mr. David para los puestos, en las cuales llegó á ocupar el español Ribera, no obstante su cualidad de estranjero, el primer lugar entre sus condiscipulos. MM. Abd de Pujol, Guilmó, Drolling, Dupré, y otros pintores que dieron despues honor á la Francia y á su ilustre maestro. Mérito encontraria. Mr. David en Ribera para concederles lugar preferente sobres sus compatriotas.

Empezó á tomar nombre este artista por un buen retratro que hizo del señor Rodriguez del Pino, muy elogiado por los inteligentes. Pintó despues el cuadro de composicion representando á Cincinato- cuando le fueron á separar del arado para que dictase leyes á Roma (cuyo grabado ponemos, en este número); cuadro juzgado muy lisongeramente por el mismo Mr. David en términos, que el maestro dió un tierno abrazo á su discipulo á la