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En ellas aparecen numerosas Pontederias de hermosas flores azules,—pequeñas embarcaciones que flotan sin peligro, sostenidas por la engrosada base de los peciolos, en cuya extremidad se desarrolla la lámina intensamente verde y lustrosa.

Otros camalotes desplegan tambien sus vistosos aparatos, y alejándose suavemente para morir quizá en playas tan distantes como aquellas de que suelen venir, nos dejen admirando las extraordinarias transformaciones del ser orgánico que lucha, en su propia constitucion, para adaptarse al medio en que habita.

Las riberas cubiertas dejuncos, en una extension de varias leguas, y el terreno firme adornado con su cinturon de Sauces, no presentaban nada notable en lo que respecta á la vegetacion, pues algunas yerbas que crecen á la sombra ó estaban sin flor á la sazon, ó ya figuraban en el herbario conservado. Durante un momento, la monótona majestad del saucedal atrae nuestra atencion, pero pronto el espíritu se habitúa al paisaje, paisaje bello, por cierto, en el que constituye un elemento importante el reflejo acentuado de los árboles llorosos, cuyas débiles ramas mojan sus extremidades en la linfa que las retrata y en la que parece continuarse la existencia tangible con la existencia intangible, la forma y su imágen.

De cuando en cuando el sauzal se interrumpe, para ser remplazado por algunos árboles frutales que muestran sus ramas ya privadas del excelente producto.

La vegetacion, pues, pierde su atractivo por el momento, y aunque llevamos á la mano gran cantidad de papel, ninguna planta es encerrada entre sus hojas.

Respecto de los animales, era de excepcional interés lo que vimos en aquel corto trayecto. Las aves escasesban tanto que sólo percibimos en la cima de algunos sauces uno que otro Suirirí (Tyrannus melancholicus) y un Ventevéo que cruzó por el rio para perderse en los sauzales inmediatos. Entre los juncos, donde en un paseo anterior había cazado preciosos pajarillos, sólo chillaban dos especies de insectívoros, un Batará (Thamnophilus Argentinus) que pronto cayó en nuestras manos, y la Serpophaga nigricans, que aparecía de cuando en cuando, persiguiendo los mosquitos. Fueron estas las únicas aves que observamos, auaque dejaron oir su voz á la distancia alguno que otro Chingolo, un Hornero y un Carpintero, cuyo plieu, plieu, repetido con afan, no podía ménos de impacientar-