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mundo, y dedicádose de nuevo al estudio. Pero desvanecióse prontamente esta idea; un mes despues volvió á la sociedad, y aun con mayor afan por sus placeres, que en el tiempo en que adoró á la princesa Aura. Se mezclaba en todas las fiestas: su nombre se oia en todas las orgías; y aun siendo, sin disputa, el mas sabio, abstruso y recóndito escular de Roma, era tambien el mas galante cavalieri.

Bajo este caracter se hizo objeto de la observacion de los envidiosos, notándose que frecuentaba todas las sociedades donde se hallaban el duque y la duquesa; y sus mútuos amígos, con la malicia del gran mundo, atribuian este perseguimiento á los mas bajos intentos. Pero se engañaban.

Hácia la duquesa esperimentaba la mas inefable ternura; pero al duque profesaba el mas profundo odio, y á satisfacer esta diabólica pasion se entregó con todas las potencias de su alma, como el último y único objeto de su vida. Urdió una horrible venganza que se reducia á un curso de estudio (que bien merece este terrible epiteto) para saber sembrar tal maldicion en el pecho de su enemigo, que fuera capaz de hacerle la existencia miserable para sí, y criminal para los demas.

Que esta fué su intencion, sus posteriores confesiones lo afirman; pero en aquel tiempo su porte fué tal, que escitó la simpatia de cuantos conocieron su pasion por la duquesa, y la admiracion universal por su galante y noble comportamiento hacia su rival el duque.

Hallándose constantemente en las mismas sociedades que Aletto tuvo bastante tiempo para descubrir su verdadero carácter, y con risueño semblante hacia sus pesquisas, sin que nadie sospechase el intento diabólico que su mente alimentaba; y habiéndose hecho dueño de la disposicion y de las debilidades del desgraciado noble, empezó de una vez á poner por obra el criminal intento de asesinar su dicha con el lenguage metafisico y la endiablada astucia del mismo Lucifer. En el curso de su deliberacion preliminar, sobre el carácter del duque, descubrió que Aletto, por un principio de orgullo hereditario de sostener la dignidad de su familia, que habia declinado de su cenit, no podia ser inducido al juego.

Esto al principio lo confundió, porque estaba bien versado en todos los ardides parisienses para efectuar lo mas prontamente posible la ruina de su antagonista, y estuvo indecisa por algun tiempo en determinar de que manera principiaria su sitio criminal; pero cuando averiguó que su presa no podia ser enredada por medios ordinarios, adoptó un curso de maquinaciones que no tiene paralelo en los registrus de la depravacion.

Descubrió que aunque la solicitud del duque por sostener el honor de su familia le resguardaba de las seducciones del juego, y le pro-