Página:El Pasatiempo.djvu/44

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
—8—

Habia ohservado en Aletto un gusto muy delicado, y que estaba sujeto á esperimentar repugnaria muy frecuentemente, y resolvió que este asco á que era tan sensible lo esperimentara aun en sus mas inocentes placeres.

Por muchas personas la delicadeza del duque era considerada como una prueba de su refinamiento, porque jamas hablaba de vinos ó viandas sin hacer las mas selectas alusiones y parábolas á joyas y rosas, olores y fragancias, de la mas pura y deliclosa clase.

El demonio que lo perseguia lo alarmó justamente en los sentimientos que dictaban esta elegancia un dia mientras comian. Un criado le servia á Hermann una copa de vino tinto al que Aletto era muy aficionado, enando de repente el conde se levantó horrorizado, y desviando la bebida esclamó,

—Es sangre! me hiela de horror, y me recuerda del miserable asesino que vi ayer bajo el hacha del verdugo... Veo la cabeza ya separada del cuerpo... y el tronco caer sin vida nadando en el lago de sangre que humedece el suelo... Oh! qué recuerdo tan espanloso!!!

El duque lo escuchó con la mas profunda repugnancia, y cuantas veces fijó los ojos en el vino tinto, otras tantas creia ver la sangre del criminal, y cuando alguno de los huéspedes en chanza recordaba las palabras del conde Hermann, Aletto temblaba con inefable emocion Desde aquel dia desterró el vino tinto de su presencia; pero cuando lo veia en otras mesas palidecia y huia de su vista cual si viera en él la realizacion de la alusion de Hermann.

Sus dias y sus noches estaban ya amargados; pero aun no habia descargado sobre su cabeza el enojo del vengador, mas que dos golpes, y su venganza no estaba cumplida, su odio no estaba saciado.

La duquesa notó la melancolia de su señor, y trató de disiparla con la música; pero Hermann dominaba aun los mas dulces y suaves sonidos, y cuando Aletto encontraba alivio á su tristeza en algun aire melodioso, su enemigo se sentaba á su lado y le contaba historias desastrosas, y fatales aventuras que habia oido en sus viages, para que se mezclaran con las cadencias de la melodia.

Por medio de esta diabólica sutileza infestó de tal modo su imaginacion, que pocos aires podian ofrecerse á su oido que no fueran el encantamiento de horribles asociaciones.

Cuando el hechicero (porque este es el nombre que merece) habia amargado casi todos los placeres del duque, se decidió á llevar aun mas lejos sus designios, afeándole el aspecto de la naturaleza, y haciénde cansarse hasta del sol, hablándole constantemente de los males, y las cosas repugnantes que engendraban sus rayos, hasta que estas ideas se asociaron tan intimamente en la mente del duque, que llegó á serle el luminoso astro, objeto de la mas profunda aversion y temor.