Página:El Pasatiempo.djvu/45

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
—9—

Parece increible que estas malvadas insinuaciones hubiesen adquirido tanto predominio sobre el duque; pero estaban artificiosa é incesantemente urdidas y aplicadas.

Los que han esperimentado un sufrimiento continuo podrán fácilmente reconocer su poder, porque la verdadera miseria no consiste en violentas desazones, sino en la monotonia de las aflicciones mas pequeñas.

Apesar de todo, Aletto conservaba en su hermosa duquesa un solaz para su sp in, y mientras que su confianza en sus virtudes quedara ilesa, las infames artes de su demonio perseguidor, pudieron haber sido vencidas.—En la fuerza del amor de Hermann á Aura, se hallaba la seguridad del duque; y el terrible é incomprehensible ser, pronto hizo este descubrimiento, y conoció que su venganza no estaba completa hasta tanto que ella participara de sus hechizos; pero su amor lo detenia, y antes de poderse decidir á afligirla, su pasion arrestaba el amenazante puñal que el aborrecimiento le inducia á empuñar, y lo hacia, aun aguijoneado por el Eumenides de sus pensamientos, resistir á descargar sobre ella el golpe que aun le restaba por descargar. Al principio pensó inflamar los celos del duque, pero se convenció que al hacerlo solo lograria afligirla y castigarse á si mismo; porque el promovedor de su iniquidad habia sido el amor que ella le habia inspirado, y el único objeto de sus maquinaciones, era, sin ofender las leyes ni cometer accion alguna que á ella desagradase, obtener posesion del amor y la persona de la muger que tanto amaba.

Sus artes eran inescrutables, y no teniendo la mas leve tendencia á la violencia su egoismo le hizo considerarlos inocentes. Por algun tiempo se detuvo en su crímen como si hubiese agotado todos sus recursos de maldad; pero al fin descubrió que las virtudes de la duquesa le ofrecian nuevos medios de aumentar la desventura del duque.

Veia que el unico consuelo del duque en su abatimiento consistia en la ternura de Aura, y el espantoso pensamiento que nació de esta observacion fué de sublimidad infernal. La duquesa penetrada de los conocimientos de Hermann, le habló de la visible infelicidad de su esposo y le mostró su temor de que la ansiedad imaginaria empezaba ya á destruir la razon del que tanto amaba.—«No tiene, decia, otro consuelo en su tristeza que en mi constante sociedad, y en referirme sin cesar la lamentosa historia de sus terrores y horribles pensamientos.»

Herman la escuchó con ansioso oido, y le contestó en seguida:

—Debe ser reprimido: su mal evidentemente procede de entregarse demasiado á sombríos arrobámientos. Debeis cambiar vuestra ternura en severidad, y dejar de escuchar su melancolia con simpatia ó compasion. Mofaos de sus presentimientos, y como si los juzgáseis fantásticos. No le proporcioneis ocasion alguna de incomodaros con sus in-