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CAPÍTULO XXVII.

Despues que cenámos lo que los niños habian traido, nos fuímos á acostar. Cuatro dias permanecímos todavia en la nueva granja, á la que titulámos Waldeck (casa del bosque). En ese tiempo acabé de arreglar las puertas y ventanas que faltaban, miéntras mi esposa y los chicos amueblaban nuestro aposento para cuando se nos antojase pasar allí algun tiempo. Por último, despues de dejar á los colonos lo necesario para su subsistencia, llegó el momento de partir; se cargó la carreta con lo que debíamos llevarnos, y la caravana se puso en marcha. Mucha pena nos causó separarnos de los animales, hasta entónce inseparables compañeros nuestros, los cuales querian seguirnos á todo trance. Para contenerlos fue preciso que se quedase Federico con el onagro hasta que nos perdieron de vista; empero partiendo en seguida al galope tardó poco en alcanzarnos.