Página:El Robinson suizo (1864).pdf/292

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
259
CAPÍTULO XLI.

trar sus zurrones, poniendo sobre la mesa tesoros ocultos de que á nadie habian dado cuenta.

—Aquí tiene su señoría alguna cosa, dijo Santiago con aire burlon, presentando á su hermano un magnífico coco y algunas manzanas de especie desconocida, algo verdes, y cuyo perfume se parecia al de la canela.

Quedóse Ernesto como avergonzado, miéntras sus hermanos se restregaban las manos con maliciosa alegría.

—¡Bravo, muchachos, exclamé, bravo! Pero ¿qué manzanas son estas, pregunté á Santiago, las has probado acaso?

—No por cierto, respondió, porque Federico me aconsejó que aguardase á que maese Knips nos diese ántes el ejemplo por si eran venenosas.

Alabé su prudencia, y despues de examinarlas y ver el gusto con que el mono se comia una, ya no me cupo duda de lo saludable de aquel fruto, que me pareció el que produce el árbol de la canela, ó mejor dicho, un arbusto que se cria en las Antillas.

Santiago no pudo darme más explicaciones porque se estaba cayendo de sueño. Dí la señal de retirada, y todos pasámos la noche en la tienda, durmiendo tranquilamente en blandos colchones de algodon, hasta que la aurora del dia siguiente nos despertó.