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CAPÍTULO V.


Visita al buque.—Principio del saqueo.


Ansiosos de mejorar nuestra situacion, mi esposa y yo discurríamos sobre lo mucho que para conseguirlo faltaba, sin resolvernos á qué dar la preferencia. Miéntras por una parte juzgaba indispensable ir á recoger los animales y objetos de primera necesidad que en abundancia dejáramos en la nave, por otra me aguijoneaba el impaciente deseo de construir cuanto ántes una cómoda y segura habitacion. Mi esposa á todo respondia con aquellas palabras del Señor: «Nunca dejes las cosas para mañana, pues cada dia tiene sus deberes; hazle todo por su turno.»

Por último decidí ir al buque acompañado de Federico, más robusto y formal que sus hermanos, quedándose la madre en tierra para cuidar de ellos.

—¡Arriba, arriba! les dije.

Levantáronse perezosamente á mis voces, excepto Federico que lo hizo con diligencia, corriendo luego á poner de pié al chacal junto á la tienda para gozarse en la sorpresa de sus hermanos. Al verle de tal manera ladraron los perros con furor, á cuyo alboroto acudieron los perezosos movidos de la curiosidad, y Santiago el primero con el mono al hombro. Fue tal el espanto del animalito, que de un brinco se ocultó entre la yerba, y pasado el susto de los niños, que tambien lo recibieron grande, cada cual empezó á definir la bestia. Ernesto afirmó que era zorra, Santiago que lobo, Franz que perro; pero Federico ufano les participó que era un chacal.

Satisfecha ya la primera curiosidad díjeles:

—Hijos mios, quien comienza el dia sin invocar al Señor, se expone á trabajar en vano.

Comprendiéronme, y nos arrodillámos.

Tras una breve oracion pidieron de almorzar, y por no haber otra cosa díles galleta, tan dura, que en la boca apénas podia ablandarse. En tanto que