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mal de piedra, y sus indignos sobrinos, sabiendo que no era rico y que, según él decía, "sus parientes no se aprovecharían de los bienes de la Iglesia", no cesaban de torturarle, obligándole continuamente a trasladarse de Meaux a la corte para implorar favores de todas clases; y el grande hombre tenía que hacer antesalas y sufrir desaires y burlas de los cortesanos; hasta que en uno de estos tristes viajes de pretendiente murió en París en 1704. Ése es un caso de nepotismo que da pena y que hace amar al buen sacerdote. Bossuet fué puro, sus sobrinos eran sobrinos.

—Pero... ¿y la yernocracia?

—A eso voy. ¿Conoces a Rosina? Es una reina de Saba de tres años y medio, el sol a domicilio; parece un gran juguete de lujo... con alma. Sacude la cabellera de oro, con aire imperial, como Júpiter maneja el rayo; de su vocecita de mil tonos y registros hace una gama de edictos, decretos y rescriptos, y si me mira airada, siento sobre mí la excomunión de un ángel. Es carne de mi carne, ungida con el óleo sagrado y misterioso de la inocencia amorosa; no tiene, por ahora, rudimentos de buena crianza, y su madre y yo, grandes pecadores, pasamos la vida tomando vuelo para educar a Rosina; pero aún no nos hemos decidido ni a perforarle las orejitas para engancharle pendientes, ni a perforarle la voluntad para engancharle los grillos de la educación. A los dos años se erguía en su silla de brazos, a la hora de comer, y no cejaba jamás en su empeño de

El Señor
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