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en su día para matar la tercera parte de los hombres. Pero no habéis de ser vosotros, mortales, quien dé las señales del exterminio. ¡Ah, teméis al sol! Sí, teméis que de él descienda el castigo; teméis que el sol sea la copa de fuego que ha de derramar el ángel sobre la tierra; teméis quemaros con el calor, y morís blasfemando y sin arrepentiros, como está anunciado. (Apocalipsis, 16-9.)—En vano, en vano queréis huir del sol, porque está escrito que esta miserable Babilonia será quemada con fuego. (Ibid., 18-8.)"

Los sabios y los filósofos nada dijeron a La Harmonía, que no leían siquiera. Los periódicos satíricos con caricaturas fueron los que se encargaron de contestar al periodista babilónico, como le llamaron ellos, poniéndole como ropa de pascua, y en caricaturas de colores.

Un sabio muy acreditado, que acababa de descubrir el bacillus del hambre, y libraba a la humanidad doliente con inoculaciones de caldo gordo, sabio aclamado por el mundo entero, y que ya tenía en todos los continentes más estatuas que pelos en la cabeza, el Dr. Judas Adambis, natural de Mozambique, emporio de las ciencias a la sazón, Atenas moderna, Judas Adambis, tomó cartas en el asunto y escribió una Epístola Universal, cuya primera edición vendió por una porción de millones.

Un periódico popular de la época, conservador todavía, daba cuenta de la carta del Dr. Adambis, copiando los párrafos culminantes.