música habla de un mundo que debía existir; yo digo que nos habla de un mundo que debe de existir.
Muchas veces hacía que su hija le leyera las lucubraciones en que Wagner defendió sus sistemas, y les encontraba un sentido muy profundo que no había visto cuando, años atrás, las leía con la preocupación de crítico de estética que ama la claridad plástica y aborrece el misterio nebuloso y los tanteos místicos.
En tanto, el mal crecía, a pesar de haber disminuído el trabajo de los ojos: la desgracia temida se acercaba.
Él no quería mirar aquel abismo de la noche eterna, anticipación de los abismos de ultratumba.
"Quedarse ciego, se decía, es como ser enterrado en vida."
Una noche, la pasión del trabajo, la exaltación de la fantasía creadora pudo en él más que la prudencia, y a hurtadillas de su mujer y de sus hijos escribió y escribió horas y horas a la luz de un quinqué. Era el asunto de invención poética, pero de fondo religioso, metafísico; el cerebro vibraba con impulso increíble; la máquina, a todo vapor, movía las cien mil ruedas y correas de aquella fábrica misteriosa, y ya no era empresa fácil apagar los hornos, contener el vértigo de las ideas. Como tantas otras noches de sus mejores tiempos, D. Jorge se acostó... sin dejar de trabajar, trabajando para