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El tigre o yaguareté. — 99

huye inmediatamente. A los gritos de los niños acuden los indios y ven al tigre retirarse dando brincos, sin dar muestras de ponerse en defensa. Nos trajeron el niño herido, que parecía inteligente y despejado. La garra del tigre le había arrancado la piel por bajo de la frente, y hecho otra herida encima de la cabeza."

El mismo escritor ha observado que en ciertos parajes es mayor la voracidad y la actividad de la ponzoña de los insectos, así como la ferocidad en las clases de los más grandes animales. Pone, por ejemplo, el yacaré, o caimán, que persigue a los hombres en la Angostura; mientras que en la Nueva Barcelona y en el río Neverí (y yo añado en el río Paraná) se baña el pueblo tranquilamente en medio de estas reptiles. Los tigres de Cumaná, del istmo de Panamá y del Paraná, son cobardes en comparación de los del alto Orinoco y el Paraguay. Los indios saben muy bien que los monos de tal o cual valle se domestican fácilmente, mientras que otros individuos de la misma especie, tomados en otros parajes, son indomesticables.

Sería inútil hacer la descripción del hermosísimo pelaje del yaguareté, igual al de la pantera. No hay quien no haya visto su piel (el cuero del tigre), con razón tan estimada como objeto de lujo, y que por su escasez no vale menos de una onza de oro en el mismo país que las produce.

El aliciente del lucro, y más, si no me engaño, el temple verdaderamente varonil del gaucho, acostumbrado a domar los brutos más soberbios, por medio de la fuerza, de la destreza y del arrojo; ese carácter, decía, hace que muchos adopten como una profesión el matar tigres, en lo que muestran la pasión y el ardor de los que aman la caza por sus